24 septiembre 2009

Buenos días

Había tráfico y estaba nublado. Le daba chance a todos los que ponían vía y los de atrás me pitaban. "Conchasumadre", "quijo", "semejante cerote", sabía que me iban maldiciendo. Ya iba tarde, ¿para qué iba a acelerar?. No me pasé ningún semáforo en amarillo. Siempre trataba de darle paso a las personas.

No hay programas buenos a las 7 de la mañana. Solo llevaba un CD con Bebe y Yann Tiersen. Empezó a sonar y no sé por qué, pero apareció Astor. Sabía que no quería escucharlo. No quería recordate tan temprano. Mis ojos no tienen cricos. Además, no acostumbro a deprimirme detrás del volante.

Cuando lo escuché por primera vez, me pareció imposible que alguien pudiera plasmar mis sentimientos con un acordeón. Luego, escuché la versión larga y no paré de llorar. Es tan suave, tranquila y comódamente triste. Se parece a vos, a mí cuando no sé como sentirme, cuando no sé qué decir, cómo saludarte.

Casi choco, pierdo el control, se me apagó dos veces, casi atropello a un señor, mató al de una moto, me le metí a una rastra y a un busero, no ví a unos ciclistas y me dejé ir bajo un semáforo en rojo. Cuando terminó, seguí aburriéndome con los altos, los policías de tránsito, los canillitas, los semáforos y con la Soledad que Astor me dejó.

Llegué al parqueo y no sabía dónde estacionarme. Seguía triste hasta que hice lo que no había hecho en la carretera y en el tráfico de las 7:30. Choqué contra el árbol, casi le quiebro la vía trasera y arruino el baúl.

No entraste a Filosofía y me doblé el tobillo en entreno. Camino a casa solo escuché a Piazzolla, quería suicidarme. No lo logré pero le hice el favor a un perro y casi a una señora.